lunes, 28 de septiembre de 2009

Postal de una noche

En algún tren entre Essen y Berlín, 15 de julio de 2008


Düsseldorf y Essen son hermanas en el norte de Alemania; viven, respiran y duermen en el oriente de Westfalia. Compré una postal en la estación del metro de Essen. Es amarilla y lleva el nombre de la ciudad en letras grandes y negras. Escribí: “Düsseldorf, más que una ciudad, una imagen o un paisaje, es un sabor. El sabor de las cervezas artesanales de los bares, mil pitadas de tabaco, unos besos en la calle, un buen desayuno después de comer por varios días sólo pan y Nutella”.

Llegamos a Düsseldorf al empezar la tarde. Recorrimos algunas de sus calles empedradas, estilo medieval, y nos sentamos frente al río Rin a mirar el parque de diversiones que está al otro lado de la ciudad. El cielo era púrpura, brillante por las luces de neón. Era verano y hacía calor. Entonces decidimos tomar un tour de cervezas por los bares de la ciudad para calmar la sed y soltar la rienda. Recuerdo una stratocaster que colgaba de la pared de uno de los locales.



La noche fue cayendo junto a la espuma de las bebidas de cebada, aromatizadas con lúpulo. Perdimos la noción del tiempo y el último tren que nos llevaría a casa de Pablo, en Essen. El próximo tranvía empezaba a circular a las 6 de la mañana.

Esperamos lo suficiente: toda la noche. Tomamos más cerveza, visitamos otros bares, probé el jäggermeister, bailamos música alemana y caímos en un puesto de comida turca para aplacar el hambre. También comimos helados y papas fritas en el McDonald’s de la esquina de la estación del metro.

Cuando llegamos al piso de Pablo, el sol ya alumbraba fuerte. Estábamos cansados de caminar. Dormimos dos o tres horas, no más. Después, un desayuno en el balcón, música de Julito Jaramillo, el sol y un tren más. Esta vez hacia Berlín.


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