viernes, 16 de octubre de 2009

El ombligo

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Son casi las 6 de la tarde y el sol ya se quiere ir. Es miércoles en Cusco. Estoy en Trotamundos, un local alrededor de la Plaza de Armas. La gente camina con calma: algunos miran las tiendas, otros disfrutan la arquitectura colonial, unos sólo pasan. Desde el balcón de este café puedo admirar la Catedral completa, sin forzar el cuello hasta donde alcance la mirada.

Como luciérnagas, las luces han empezado a encender la plaza, su matriz. La iluminan con tonos ocres, marrones y amarillos. Los turistas van llegando de sus recorridos por la ciudad: llevan sus mochilas en la espalda, una botella de agua en una mano y en la otra, un mapa. Sus rostros transpiran cansancio, sorpresa y encanto.

Cusco sí es un ombligo, es la ciudad de todo el mundo. A veces parece que todo cuesta: los recuerdos, las fotos, los paisajes, la mística, las sonrisas. Pero el cariño de la ciudad se siente en los ojos de los niños, la fuente de la plaza, los techos rojos, las calles de piedra y empinadas.


Aunque en algunos museos de la ciudad se siente un vacío cultural, los templos cusqueños, Sacsayhuamán, el centro histórico y los sitios aledaños, como las Salineras de Maras, los andenes de Moray y el pueblito Chinchero, valen muchísimo la pena.

El Coricancha, por ejemplo, es uno de los templos más visitados. El llamado 'recinto de oro' solía ser el lugar sagrado para adorar al dios sol, al Inti. Un guía explicó –en dos idiomas, por supuesto-, que los incas ingresaban al templo en ayunas, descalzos y con una carga en la espalda para demostrar su humildad.

Así es Cusco, espiritual, apasionante. Su cielo provoca colgarse del cuello de una nube. Esta noche iremos a San Blas, una zona llena de bares que desprenden música, humo y bohemia. Para subir hasta el barrio cosmopolita pasaremos por la piedra de 12 ángulos, andaremos por la famosa cuesta de San Blas.

Celebraremos en 7 Angelitos, tomaremos un Chilcano y tocará una banda de rock. Hablaremos de todo, de nada. Bailaremos Pearl Jam y Pink Floyd hasta las 3 de la mañana, aunque luego nos resten pocas horas de sueño. Caminaremos por la Plaza de Armas, otra vez. Iremos en dirección de la avenida El Sol, doblaremos por Santa Catalina ancha y llegaremos al hotel, sonriendo.