miércoles, 25 de marzo de 2009

Bendito desierto


Inmensidad, calma, aventura, belleza, color. El desierto es el álter ego del mar. San Pedro de Atacama está asentado en el brazo norte de Chile, en la región de Antofagasta, la segunda del país sureño.

Día 1. El pueblo de San Pedro está atrapado en el desierto más árido del mundo, a dos horas de la ciudad de Calama. Sus calles de tierra huelen a turismo. A ambos lados de la peatonal Caracoles –la calle principal- están concentrados restaurantes, bares, agencias, comercios, tiendas de bisutería y varios locales de artesanía. Cuentan que antes sólo llegaban hasta la comuna mochileros en busca de aventura. Hoy en día San Pedro es uno de los pueblos más visitados por miles de extranjeros que buscan paisajes exóticos y belleza natural.

Lentes de sol, protector solar, un sombrero, ropa holgada y fresca, y mucha agua, son los elementos claves para disfrutar lo que ofrece la capital arqueológica de Chile. Caminar por San Pedro es andar sobre 2.500 metros sobre el nivel del mar. Una vez en el pueblo, la Iglesia de San Pedro es de visita obligatoria. No se conoce la fecha de su edificación, pero se sabe que en 1641 ya funcionaba como parroquia. Hecho de madera, adobe y algarrobo, el templo es bastante acogedor.
Para enamorarse del desierto de Atacama basta visitar el Valle de la Luna. Este valle está ubicado a 19 Km. de San Pedro y es, de lejos, el sitio ideal para esperar la caída del sol. El recorrido se inicia en las Minas de Sal, una montaña que invita a la aventura, cual Indiana Jones, de caminar, recorrer, subir y bajar una superficie rocosa, accidentada y oscura.
Pero el verdadero espectáculo comienza en el sendero Duna Mayor, donde se empieza a sentir la llegada del atardecer. Los constantes movimientos de la tierra y la actividad volcánica han hecho del Valle de la Luna una formación constituida por rocas, sal, yeso y arcilla, que le debe su nombre al parecido que tiene con la superficie lunar.

Día 2. El desierto de Atacama es una inmensa alfombra de rocas y arena. Luego de atravesar un camino dificultoso de 30 Km. desde San Pedro se llega a la Laguna Cejas. El agua es de color esmeralda y los bordes de la laguna están cristalizados por la sal. Si el viajero decide aventurarse en el agua disfrutará de un efecto gravitatorio, pues la cantidad de sal condensada en el fondo de la laguna permite que los cuerpos floten sin mayor esfuerzo.
Recorriendo unos kilómetros hacia el oriente del Salar de Atacama se llega a Soncor, un laberinto de sal producido por la evaporación de aguas subterráneas. En este lugar se puede encontrar lo que la guía turística de San Pedro llama “costras de cloruro de hasta 70 cm. de alto”. Después de atravesar la zona del Soncor, se llega a la Laguna Chaxa, hasta donde aterrizan tres de las seis especies de flamencos que existen en el mundo. Desde la orilla se puede observar al elegante animal de patas largas alimentándose y coloreando el paisaje con sus tonalidades rojas, blancas y negras. En la laguna conviven el Flamenco de James, el Flamenco Chileno y el Flamenco Andino.

Día 3. Llegar hasta San Pedro de Atacama y no visitar los géiseres El Tatio es como ir a Egipto y dejar pasar las pirámides. La cuenca geotérmica El Tatio se ubica en la cordillera andina, a 90 Km. al norte de San Pedro y a 4.320 metros sobre el nivel del mar. El agua de los géiseres emerge a la superficie atravesando las grietas de la corteza terrestre debido a la actividad volcánica subterránea. El líquido hierve a unos 86º C y alcanza unos diez metros de altura. El recorrido para llegar a la cima de los géiseres se inicia a las cuatro de la mañana y el viaje en bus dura dos horas. Es preciso llevar buen abrigo, ya que la temperatura suele estar bajo 0º.
Desde El Tatio hasta el poblado de Machuca, el paisaje está impregnado de matices ocres, marrones y verdes, y de una impresionante fauna de llamas y vicuñas que se alimentan en los campos aledaños. Llegando al pueblo el viajero podrá descansar, estirar las piernas y saborear la carne de llama y el queso de cabra. Tomando un desvío desde Machuca se llega a las termas de Puritama, un sector de aguas tibias compuestas por minerales que poseen propiedades muy aptas para el baño terapéutico.

Día 4. Es el último día en San Pedro de Atacama. Entonces aprovechamos para dar una vuelta por el pueblo y apreciar la artesanía del norte de Chile. Entre la oficina de correos y la placita principal se ubica el Museo arqueológico R.P. Padre Le Paige, un jesuita que por el año 50 llegó a San Pedro para encargarse de la religión y que realizó una importante labor recolectando objetos indígenas. En el museo se pueden encontrar vasijas, grabados, tejidos, vestimentas y cerámicas que utilizaban los antiguos pobladores atacameños. El tour arqueológico se completa con la visita a la fortaleza Pukará de Quitor, una edificación del siglo XII que fue construida por los nativos con fines estratégicos y defensivos. Antes de partir visitamos el Valle de la Muerte y Hierbas Buenas. El primero llama la atención sobre todo por su nombre: es un campo desértico inmenso, suave, atractivo. Esta duna es una de las preferidas para realizar deportes de aventura como el sandboard. Mientras que el principal atractivo de la zona de Hierbas Buenas es el arte rupestre. Así, podemos encontrar petroglifos (grabados en piedra) que datan de ocho mil años atrás y que los antiguos pobladores desarrollaron como expresiones culturales. Los grabados más representativos son las figuras de zorros, flamencos, llamas y algunas escenas de caza.

Un guía nos cuenta que en San Pedro de Atacama llueve poco y que la caída de agua más fuerte del año tuvo lugar hace un par de semanas. Sin embargo, vemos por la ventana trasera del auto que un cielo plomizo bastante cargado extiende sus brazos para alcanzarnos. Es hora de volver a casa.







Fotos: María José Correa

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